Son las 4 y pico de la mañana... Ya lo sé, no son horas de encontrar, (de descubrir) escritos que uno hacía hace más de 15 años; todos recopilados en una de esas agendas de 1989 con un boli BIC...
Pequeñas, minúsculas historias de decepción, de fustración, de algo que te falta...; de muerte tal vez. De esperanza, quizá... no lo sé. Eran otros tiempos... eran parte de mi vida.
Y me han recordado mis acuarelas (eran una mezcla de El Bosco y Dalí; siempre las he querido resumir así; que me perdonen los artistas). Y sé que haste llegué a vender una (bueno, digamos que más bien regalar; y es que se le notaba que le gustaba tanto que no tuve el valor de cobrarle nada...) Ahora sé que se llevó la más optimista de todas (eran como dos árboles cuyas ramas semejaban un corazón en un atardecer de fondo). Sí; una babosada... pero ahora (hoy) la echo de menos. Ya nunca más la volveré a ver... :-(
Eran otros tiempos. Tiempos de descubrir a Emile Zola y su literatura. Leo estas minúsculas historias y estos seudo-poemas amargados y sé que él me influyó demasiado. Era un genio, un puto genio (Germinal, La alegria de vivir, La falta de abate Mouret, La bestia humana... etcétera, etcétera...)
Ese año, en esa agenda, perdí el tiempo... (aunque ahora mismo lo veo ganado) ; ...perdí el tiempo en escribir el párrafo que más me gustó del libro "La alegría de vivir" (título más que sarcástico; muy propio de Zola). ¿Autobiográfico de mi entonces? Puede ser... o no. No sé. Lo que sé es que me ha conmovido volver a leerlo. Es Zola,en su más puro estado; un genio describiendo una locura como nadie... La persona que más ha hecho por mi para que me apasione la literatura. De chapeau!!!.
Mercí, crack! :´-)
"Tenía sin embargo una pena: Lazare escapaba a sus consuelos. Inquietábase la joven al verle recaer en sus humores sombríos. En el fondo del pesar que sintiera por su madre, existía en él una evidente recrudescencia del espanto que le producía la muerte. Desde que el tiempo borrara su primer pesar, ese espanto surgía de nuevo aumentado por el temor al mal hereditario. También él moriría del corazón, y paseaba así por su mente la certidumbre de un fin trágico y próximo. Y, a cada minuto, se escuchaba a sí mismo, comprobaba su propia existencia, con una excitación nerviosa tal, que incluso le permitía percibir el rodaje de su máquina humana; tan pronto se fijaba en una cosa como en otra, en las penosas contracciones del estómago, en las secreciones rojas de los riñones o en los sordos recalentamientos del hígado; pero, por encima de los demás órganos, era su corazón sobre todo lo que le ensordecía, haciendo resonar sus toques de campana en cada uno de sus miembros hasta alcanzar la punta de sus dedos. Si ponía un codo sobre la mesa, su corazón latía en ese codo, si apoyaba la nuca en el respaldo de un sillón, lo que latía entonces era su nuca; en cuanto se acostaba o se sentaba, el corazón latía en los muslos, en los costados y en su vientre; y siempre, siempre sin descanso, aquel abejorro continuaba zumbando, midiendo su vida con el rechinamiento de un reloj que marcha. Entonces, bajo la obsesión de ese incesante estudio de su cuerpo, creía a cada instante que todo iba a desmoronarse, que los órganos se gastaban y volaban en pequeños pedazos, que el corazón, convertido en algo monstruoso, se encargaba por si mismo de romper la máquina, a fuerza de martillazos. Aquello ya no era más que existir para oirse vivir, temblando ante la fragilidad del mecanismo, en espera del grano de arena que había de determinar su destrucción. [...]"
Y me han recordado mis acuarelas (eran una mezcla de El Bosco y Dalí; siempre las he querido resumir así; que me perdonen los artistas). Y sé que haste llegué a vender una (bueno, digamos que más bien regalar; y es que se le notaba que le gustaba tanto que no tuve el valor de cobrarle nada...) Ahora sé que se llevó la más optimista de todas (eran como dos árboles cuyas ramas semejaban un corazón en un atardecer de fondo). Sí; una babosada... pero ahora (hoy) la echo de menos. Ya nunca más la volveré a ver... :-(
Eran otros tiempos. Tiempos de descubrir a Emile Zola y su literatura. Leo estas minúsculas historias y estos seudo-poemas amargados y sé que él me influyó demasiado. Era un genio, un puto genio (Germinal, La alegria de vivir, La falta de abate Mouret, La bestia humana... etcétera, etcétera...)
Ese año, en esa agenda, perdí el tiempo... (aunque ahora mismo lo veo ganado) ; ...perdí el tiempo en escribir el párrafo que más me gustó del libro "La alegría de vivir" (título más que sarcástico; muy propio de Zola). ¿Autobiográfico de mi entonces? Puede ser... o no. No sé. Lo que sé es que me ha conmovido volver a leerlo. Es Zola,en su más puro estado; un genio describiendo una locura como nadie... La persona que más ha hecho por mi para que me apasione la literatura. De chapeau!!!.
Mercí, crack! :´-)
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"Tenía sin embargo una pena: Lazare escapaba a sus consuelos. Inquietábase la joven al verle recaer en sus humores sombríos. En el fondo del pesar que sintiera por su madre, existía en él una evidente recrudescencia del espanto que le producía la muerte. Desde que el tiempo borrara su primer pesar, ese espanto surgía de nuevo aumentado por el temor al mal hereditario. También él moriría del corazón, y paseaba así por su mente la certidumbre de un fin trágico y próximo. Y, a cada minuto, se escuchaba a sí mismo, comprobaba su propia existencia, con una excitación nerviosa tal, que incluso le permitía percibir el rodaje de su máquina humana; tan pronto se fijaba en una cosa como en otra, en las penosas contracciones del estómago, en las secreciones rojas de los riñones o en los sordos recalentamientos del hígado; pero, por encima de los demás órganos, era su corazón sobre todo lo que le ensordecía, haciendo resonar sus toques de campana en cada uno de sus miembros hasta alcanzar la punta de sus dedos. Si ponía un codo sobre la mesa, su corazón latía en ese codo, si apoyaba la nuca en el respaldo de un sillón, lo que latía entonces era su nuca; en cuanto se acostaba o se sentaba, el corazón latía en los muslos, en los costados y en su vientre; y siempre, siempre sin descanso, aquel abejorro continuaba zumbando, midiendo su vida con el rechinamiento de un reloj que marcha. Entonces, bajo la obsesión de ese incesante estudio de su cuerpo, creía a cada instante que todo iba a desmoronarse, que los órganos se gastaban y volaban en pequeños pedazos, que el corazón, convertido en algo monstruoso, se encargaba por si mismo de romper la máquina, a fuerza de martillazos. Aquello ya no era más que existir para oirse vivir, temblando ante la fragilidad del mecanismo, en espera del grano de arena que había de determinar su destrucción. [...]"
EMILE ZOLA - "La alegría de vivir"
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